A la conquista del caucho

25.06.16 \ 03.09.16

And we have to become humble in front of this overwhelming misery and overwhelming fornication, overwhelming growth and overwhelming lack of order. Even the stars up here in the sky look like a mess. There is no harmony in the universe. We have to get acquainted to this idea that there is no real harmony as we have conceived it. But when I say this, I say this all full of admiration for the jungle. It is not that I hate it, I love it. I love it very much. But I love it against my better judgment.
Werner Herzog

In looking at objects of Nature while I am thinking, as at yonder moon dim-glimmering thro’ the dewy window-pane, I seem rather to be seeking, as it were asking, a symbolical language for something within me that already and forever exists, than observing anything new. Even when that latter is the case, yet still I have always an obscure feeling as if that new phaenomenon were the dim Awaking of a forgotten or hidden Truth of my inner Nature.
Samuel Coleridge

La frase que abre esta reflexión fue extraída del documental Burden of Dreams, donde el cineasta Werner Herzog cuenta su experiencia luego de haber vivido durante meses en la selva amazónica peruana, mientras filmaba “Fitzcarraldo”, la historia de un irlandés, empresario de la industria del caucho y amante de la ópera, que pretende construir en medio de la selva un teatro donde poder escucharla. Las palabras de Herzog provocan porque permiten imaginar la naturaleza como un ente violento, caótico, obsceno y carente de armonía, una idea discordante con el pensamiento de esta época que, preocupada por la huella dejada por el humano en el ambiente, ha conceptualizado la naturaleza a partir de la pureza y la armonía, para luego caracterizar al humano como su opuesto y principal enemigo: aquel forastero que llegó para envilecerla.
El talante aleccionador de ese antagonismo expulsa al humano del reino de lo natural, niega su animalidad y olvida que del vaivén animado por la vieja tensión entre naturaleza y humanidad han surgido los lenguajes y las manifestaciones más entrañables. Con suerte, esta selección de piezas incitará a pensar en algunas de las complejidades de esa tensión.

A la conquista del caucho parte de las faenas emprendida por el personaje de Fitzcarraldo en la selva amazónica (y por el propio Herzog durante la filmación de la película) y propone, por un lado, abordar la naturaleza como un ente caótico en lugar de uno puro y armonioso, y por el otro, pensar en los lenguajes con los que el humano intenta interpretarla o aprehenderla, como intentos a veces humildes, inútiles, o en ocasiones profundamente delirantes, por desentrañar ese caos.

En Buscando Patrones, Rodolfo Díaz Cervantes propone –a partir del establecimiento de patrones en las imágenes de un grupo de pollos y de un par de paisajes– la construcción de una segunda geometría. Al mismo tiempo, el artista sugiere que existe una correspondencia entre el lenguaje de la naturaleza y los lenguajes simbólicos humanos.
Por otro lado, Prospection in SEBEC, consiste en una muestra de meteoritos falsos, producidos en yeso por alumnos de una escuela de Culiacán. Para el proyecto, Fritzia Irizar pidió a los estudiantes que recordaran la forma del Bacubirito –un meteorito que cayó cerca de la ciudad y que ahora se exhibe como un monumento– y lo reprodujeran. Al presentar los meteoritos falsos emulando los métodos científicos de clasificación y catalogación, la artista propone que las disciplinas científicas no son necesariamente una lectura fiel de la naturaleza, pues también están atravesadas por ficciones y discursos tergiversados.

En Hitos deconstruidos, Rodolfo Díaz Cervantes interviene una serie de postales que reproducen esculturas célebres. A partir de la eliminación física de fragmentos de la imagen, el artista plantea una reflexión sobre la naturaleza de los discursos del arte y el turismo cultural. En su serie de collages Sin título, Díaz Cervantes emplea una operación formal contraria, pues en lugar de eliminar fragmentos de las imágenes, decide ocultarlos. Así, la violencia presente en las imágenes de insectos o animales se ve mitigada, oculta parcialmente por las formas geométricas que la estructuran y organizan.

En Paisajes Literarios, Francisco Ugarte selecciona y encierra a punta de lápiz algunos fragmentos de la novela de Ernst Hemingway El viejo y el mar, que el artista eligió porque describían un paisaje o un momento de contemplación. El gesto, que dirige la atención hacia el carácter visual de la narrativa, empuja también a reflexionar sobre la construcción de la naturaleza desde la visualidad o desde la palabra escrita.

En Sin título (100 ml de agua de rosas pueden perfumar el Danubio) Irizar “profana” aquel río vertiendo en él un bote de agua de rosas, mientras retóricamente se pregunta si es posible que ese mínimo gesto de interrupción en su curso natural, sea capaz de perfumarlo –o de transformarlo– en su totalidad.

En Movimiento y Ausencia, Israel Martínez parte del material que grabó en espacios sin presencia humana pero con gran actividad sonora, para luego superponer esas grabaciones a imágenes de recintos deportivos y de gente practicando varios deportes. Así, la narrativa se compone de sonidos que no corresponden estrictamente a las imágenes con las que se emparejan. La dislocación entre las fuentes visuales y las auditivas provoca que los paisajes resultantes tengan una cualidad enrarecida, casi mística.

Para Fragmentos solares, Daniel Monroy trabajó con imágenes procedentes de libros, que el artista seleccionó porque todas mostraban personas o animales mirando a la cámara. Luego, Monroy contrapuso un espejo a las imágenes elegidas, con la intención de fotografiar las formaciones geométricas de luz y sombra resultantes. Así, el artista utiliza el fenómeno natural lumínico con la intención de entrometerse en el espacio y tiempo que existieron entre la cámara y el sujeto retratado.

Finalmente, en Diablo cazador de hombres, Daniel Monroy alude a la película de ciencia ficción Predator, donde aparece un reloj digital que –con “números” extraterrestres– marca el tiempo que queda antes de que la bomba puesta por el alienígena depredador acabe con el mundo. En su video, Monroy reproduce esos dígitos y los muestra sobre una persiana. Su reloj, sin embargo, es un contador de cuadros por segundo, una medida de imagen- tiempo particular del video y el cine, gesto que sugiere que el tiempo creado por estos medios transcurre de manera distinta a otros tiempos. La pieza manifiesta también el carácter apocalíptico de toda la ciencia ficción, cuya narrativa equipara el futuro que se aproxima a la imagen de una ciudad en ruinas, es decir, el regreso al estado primigenio, al caos de lo natural.

En una escena de Fitzcarraldo –la película mencionada al inicio de este texto– el personaje principal necesita llegar con su barco a un río de difícil acceso. Fitzcarraldo decide que la opción más sencilla es atravesar por tierra, elevando su barco por encima de una montaña, para así poder llegar al río. La acción, como muchos de los esfuerzos emprendidos por el humano para ordenar, conquistar o interpretar el caos de la naturaleza (de la que también forma parte), es a un tiempo descabellada y poética. Probablemente no tenga importancia saber aquí si el esfuerzo de Fitzcarraldo tuvo éxito o si la acción estuvo desde el inicio destinada al fracaso; pues es posible que la importancia de ése y de todos los intentos por relacionarnos con el mundo a través de los lenguajes, recaiga en lo fatuo y hermoso de la propia batalla, constante, sin respuesta.

Bárbara Cuadriello